A las diez menos cuarto de la noche del lunes 18 de agosto de 1947 en Cádiz, se produjo una explosión, provocada por cientos de toneladas de trinitrotolueno almacenadas en el polvorín nº1 de la Armada. Siendo la mayor explosión (no atómica) de la historia. Dicha explosión fue de tal magnitud que la nube de hongo que provocó fue visible desde poblaciones tan distantes como Arcos de la Frontera, Medina Sidonia, Vejer y Sanlucar de Barrameda. El halo luminoso fue tan grande que en el Algarve portugués, Tanjer o Sevilla fue visible. El sismógrafo británico situado en Gibraltar lo registró como un terremoto de magnitud 3,7º y lo confundieron con una explosión atómica. La Explosión fue equivalente en potencia a una tercera parte de la bomba atómica lanzada en Hiroshima, dicha magnitud provoco la destrucción de toda la zona de extramuros, el casco histórico se libró de sufrir la destrucción total como el resto de la ciudad gracias a que las murallas de Puertas de Tierra, de un grosor medio de 30 metros de piedra, que aún no había sido reformada, absorbió gran parte de la onda explosiva, aunque no evitó que se produjeran también grandes daños, ejemplo de ello fue la destrucción de las puertas de la Catedral de la cuales solo quedó una de las alas de las 5 puertas, o el Gran Teatro Falla que su cubierta fue destruida, sus muros sufrieron numerosos daños y las puertas fueron arrancadas de cuajo.
Hubo innumerables muertos y heridos, pero gracias a varios militares que habían sobrevivido a la explosión, evitaron que explotase un segundo polvorín en llamas que tenía almacenadas unas cinco veces más toneladas de explosivos que el primer polvorín que había estallado.
Las consecuencias de dicha explosión, fue un silencio rotundo de lo ocurrido y la tragedia consecuente por parte del régimen franquista, pero por las dimensiones de lo ocurrido no pudieron ser ocultadas a los paises fronterizos, Inglaterra, Portugal y Argentina (informada por su cónsul en Sevilla) ofrecieron ayuda humanitaria, pero sólo fue admitida la ayuda argentina, dando así comienzo a miles de envíos de alimentos y materiales básicos que se extendieron al resto del país para paliar las consecuencias de la posguerra. Así mismo el gobernador militar de Cádiz al año siguiente permitió que se volviesen a celebrar los Carnavales, a pesar de estar prohibidos en todo el país desde 1936, lo cual hizo que Cádiz fuera la única ciudad donde no se perdió dicha celebración.
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