En 1839 el escocés Robert Anderson inventó el primer coche y era eléctrico (el primer coche de combustión no se inventó hasta 1886 por Karl Friedrich Benz). En realidad se trataba de un carruaje equipado con un motor eléctrico, que alcanzaba los 6 km/h y tenía una batería no recargable. Fue a partir de 1880, cuando se inventaron las primeras baterías recargables, momento a partir del cual se comenzaron realmente a fabricar en masa. En 1899 un coche eléctrico “La Jamais Contente” estableció el nuevo récord de velocidad llegando hasta los 105 kM/h.
Fue a partir del año 1900 cuando los coches eléctricos se impusieron claramente a los otros tipos de coches (tanto de combustión como tirado por caballos). Tanto es así que en el año 1900 en EE UU, casi el 30% de los coches eran eléctricos. En 1911, Thomas Edison introdujo nuevos modelos de baterías recargables de niquel-hierro, que permitian una autonomía razonable para la época y velocidades de hasta los 130 km/h. Este seria el momento de máximo auge de los coches eléctricos, llegando a representar el 90% de las ventas, contra un 10% de ventas en coches de gasolina.
Todo cambió en 1912 cuando Henry Ford (tras un acuerdo con Rockefeller, magnate del petróleo) introdujo el motor de arranque para los coches de gasolina y estos se fabricaron en serie, ampliando así sus prestaciones, comodidad y facilidad de manejo, además de su precio. Finalmente en 1914 con la primera guerra mundial se necesitaban transportes con gran movilidad y la facilidad para repostar de los coches de gasolina frente a los eléctricos hizo que definitivamente la industria se decantase por la gasolina y desaparecieran los eléctricos
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